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27 de febrero, 2013
Budistas tibetanos reconstruyen unos murales sagrados en Nepal

LO MANTHANG, Nepal – Docenas de pintores estaban sentados hasta arriba de un andamio que se levantaba enorme hasta el techo de un antiguo monasterio. Con un cepillado de brocha, aparecían colores que daban vida al Buda.



LO MANTHANG, Nepal – Docenas de pintores estaban sentados hasta arriba de un andamio que se levantaba enorme hasta el techo de un antiguo monasterio. Con un cepillado de brocha, aparecían colores que daban vida al Buda. Dorado para la piel. Negro para los ojos. Anaranjado para las túnicas.

Trabajaban con tenues lámparas eléctricas y portátiles. Polvosas estatuas de deidades budistas tibetanas miraban fijamente. Desde unas grietas en el techo, unos cuantos rayos de sol caían entre 35 pilares de madera en la cámara principal del enorme monasterio Thubchen, el mismo edificio que maravilló a Michel Peissel, el explorador de Tibet, cuando lo visitó hace medio siglo.

“En Nepal, nadie sabe cómo hacer esto, así es que tenemos que aprender”, dijo Tashi Gurung, de 34 años, un pintor que participa en lo que es uno de los proyectos más ambiciosos de arte tibetano en el Himalaya.

Financiado por la Fundación Himalaya Estadounidense, el proyecto está orientado a restaurar hasta dejarlo en un estado vibrante, las obras de arte de dos de los tres principales monasterios y templos en Lo Manthang, la capital amurallada del otrora prohibido reino de Mustang. Limitando a Tibet en el remoto desierto transhimaláyico, Mustang es un importante enclave de la cultura budista tibetana.

Dirigentes tibetanos, incluido el Dalai Lama, dicen que su cultura está bajo asedio en las vastas regiones tibetanas gobernadas por el Partido Comunista Chino, que ocupó el centro de Tibet en 1951. Eso, junto con la invasión de la modernidad, significa que el acto de preservar o revivir el arte tibetano es más importante que en cualquier momento desde la devastadora Revolución Cultural de China.

El proyecto en Lo Manthang ha generado un debate. Algunos expertos en arte tibetano aseveran que los pintores en Lo Manthang están alterando importantes murales históricos y poniendo en peligro a la erudición al pintar imágenes nuevas encima de secciones de muros donde se destruyeron imágines originales. Los involucrados en el proyecto argumentan que los habitantes quieren obras de arte completas en sus templos.

El director del proyecto es Luigi Fieni, de 39 años, un italiano que llegó a trabajar a esta ciudad al egresar del programa de conservación del arte en Roma. Fieni y otros occidentales han capacitado a habitantes locales para trabajar en el arte, creando un equipo de 35 personas que incluye a 20 mujeres y un monje (aunque al principio hubo renuencia entre los lugareños a tolerar la participación de las mujeres.)

Hay tres importantes edificios religiosos en Lo Manthang. Dos son monasterios y uno es un templo, tradicionalmente utilizado para ceremonias de la familia real. Los gruesos muros rojos se levantan entre callejones que serpentean pasando por las casas de adobe encalado. Un rey de 80 años de edad y su familia viven en un palacio en el centro. El pueblo se fundó en el siglo XIV, y los edificios religiosos más antiguos datan del siglo XV.

Gran parte del arte tibetano aquí refleja una influencia newai, que proviene del valle de Katmandú. Hace siglos, algunos gobernantes tibetanos, especialmente los seguidores de la rama Sakya del budismo tibetano, común en todo Mustang, recibieron bien a los artesanos newaitas.

El proyecto artístico comenzó en 1999 limpiando los murales en el monasterio Thubchen después de una ronda inicial de reconstrucción arquitectónica. Luego, los pintores siguieron con el templo Jampa, en cuya oscura cámara principal hay una enorme estatua de Maitreya, el Buda del futuro.

Los muros del primer piso están adornados con mandalas – una forma de arte geométrico considerado la representación del cosmos_ asombrosamente detallados. Aquí, Fieni decidió desviarse del enfoque inicial adoptado en Thubchen. Quería que su equipo, en lugar de hacer estrictamente restauración, pintara secciones de los muros donde habían desaparecido o se había destruido algún mural original.

Entonces, los pintores tratarían de recrear esas pinturas con base en la tradición y en lo que estaba pintado en otras partes de la cámara. Fieni también preguntó a los monjes que cuáles pinturas querían en las paredes. En 2010, el equipo retornó a Thubchen para aplicar el nuevo enfoque y pintar secciones enormes.

“Se puede llamar a esto pintar y no restaurar ni conservar”, dijo Fieni. Agregó que este método ayudó a restaurar la naturaleza viviente de la obra artística, en contraposición con lo que llamó el enfoque de preservar lo viejo por sobre todo lo demás del “colonialismo” occidental.

“Cuando llegamos, empezamos a trabajar siguiendo las teorías occidentales de la conservación”, dijo. “Luego, mientras trabajábamos y vivíamos dentro de la comunidad, cambié mi punto de vista, y decidí seguir las necesidades de la cultura para la que estaba trabajando. Así es que decidí empezar la reconstrucción de las áreas faltantes”.

Una vez que aprendieron a pintar, los lugareños deciden cómo quieren decorar los monasterios, señaló Fieni. “Todos los demás proyectos de conservación que he visto, son occidentales los que hacen la obra artística, y los lugareños acarrean el barro”, contó. “Este es el primero en el que capacitamos a los lugareños”.

Hubo muchos retos. Al principio, los pintores de las castas altas no querían que los artistas de las castas más bajas estuvieran arriba de ellos en el andamio. Y hubo que adaptar creencias religiosas. En los edificios, un abad utilizó un espejo para absorber a los espíritus de los dioses en las estatuas y los murales antes de comenzar a pintar; una vez que se concluya el proyecto, se espera que el abad los libere del espejo para que puedan retornar.

Se ha impugnado el enfoque de Fieni sobre la restauración de templos y monasterios. Christian Luczanits, un curador sénior del Museo Rubin de Arte en Nueva York, en el que se exhibe arte himalayo, dijo que palideció ante lo que vio cuando viajó a Mustang en 2010 y 2012. Luczanits señaló que no se estudiaron a suficiente profundidad las pinturas originales. Ahora, debido a las nuevas pinturas, cualquier académico que quiera estudiar los originales debe ver fotografías en lugar de depender de lo que está presente en el templo, explicó.

“Ahora, el templo, después de la restauración, ya no se puede comprender sin la documentación anterior”, dijo Luczanits en una entrevista. El año pasado, hizo del conocimiento público su opinión durante una reunión polémica en el palacio de Lo Manthang. Entre los presentes estuvieron Fieni, un abad, el príncipe de Mustang y representantes de la Fundación Estadounidense Himalaya, la cual da apoyo financiero a muchos proyectos de desarrollo en Mustang. (La presidenta de la Fundación, Erica Stone, dijo que el total de lo gastado en renovaciones de edificios tan solo en Lo Manthang es de 2.58 millones de dólares.)

Se dio un vigoroso debate, y la familia real y el abad respaldaron a Fieni. El príncipe Jiqme Singi Palbar Bista, dijo en una entrevista que los edificios “se están renovando muy bien”.

Pintar completamente el monasterio Thubchen se llevaría otros tres a cuatro años, pero se terminará el presupuesto del proyecto este año. Fieni estimó que había un total de cerca de 3,660 pies cuadrados de espacios para pintar en los muros.

Comentó que está pensando en proseguir a realizar proyectos de restauración en India o Birmania con algunos de los pintores a los que capacitó aquí. En 2006 y 2007, se llevó a cinco de ellos para trabajar con él en un monasterio tibetano en la provincia de Sichuan, en el oeste de China; un proyecto que nunca se completó porque las autoridades chinas cerraron el acceso a la zona después de un levantamiento tibetano en 2008.



Fuente: http://noticias.prodigy.msn.com

Fuente: http://portafolios.fotonatura.org

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