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Marzo 1, 2011
Los budas de Bamiyan estaban coloreados de rojo, blanco y azul




Expertos europeos y japoneses estudian los fragmentos de las dos grandes esculturas del siglo VI destruidas por los talibanes en Afganistán hace 10 años.

Las dos monumentales estatuas de buda del valle de Bamiyan (Afganistán), datadas en el siglo VI y destruidas por los talibanes hace una década, empiezan a desvelar sus secretos a los científicos que están estudiando sus fragmentos desde hace un año y medio. En origen y antes de la conversión de la región al islam, los dos budas eran de colores brillantes (uno de ellos, el mayor, en tonos rojizos y el otro en blanco) y se repintaron varias veces, con diferentes colores en el interior y el exterior de los ropajes, según han averiguado los científicos europeos y japoneses que están examinando los restos. También han logrado una datación exacta de las estatuas mediante espectrometría de los materiales orgánicos intercalados en las capas de arcilla, determinando que la estatua más pequeña (de 38 metros de altura) fue construida entre 544 y 595, mientras que la más alta (de 55 metros), entre 591 y 644.

Las dos estatuas estaban alojadas en nichos en un acantilado de un kilómetro de largo del valle de Bamiyan, en la Ruta de la Seda, y constituyeron, hasta el siglo X, el centro de un gran complejo budista. En 2001, los talibanes las destruyeron a tiros y con explosivos hasta convertirlas en varios cientos de fragmentos que los investigadores, trabajando en nombre de la Unesco, están examinando. Los dos budas apenas habían sido estudiados hasta ahora con técnicas modernas de análisis. Estos estudios, además, permiten evaluar la perspectiva de su reconstrucción, al menos en parte.

"Los budas estuvieron durante un tiempo intensamente coloreados", explica Erwin Emmerling, de la Universidad Técnica de Munich (TUM). Sus investigaciones han permitido desvelar que, antes de la conversión de la región al islam, las estatuas fueron pintadas y repintadas, probablemente porque los colores se iban desvaneciendo. Las túnicas estaban pintadas de azul oscuro en su interior y rosa y naranja brillante por fuera. Al final el buda grande estaba pintado de rojo y el pequeño de blanco, con el interior de la ropa en azul pálido en ambos casos, según explican los especialistas de la TUM en un comunicado. Estos detalles de los análisis confirman los relatos del siglo XI, que hablaban de un buda rojo y un monje blanco.





Las dos estatuas (la grande, de 12 metros de fondo, y la pequeña, de dos) fueron esculpidas directamente en la roca del acantilado quedando encajados en nichos. Pero los adornos se hicieron separadamente y se añadieron con diferentes técnicas. Eran adornos de arcilla aplicados en dos o tres capas con maestría que asombra a los científicos actuales: "Las superficies están perfectamente lisas, algo que solo encuentras en materiales elaborados al horno como porcelana", explica Emmerling. Dentro de la arcilla hay paja que absorbe bien la humedad, pelos de animales que estabilizan el material y cuarzo y otros aditivos que evitan el agrietamiento. La capa de abajo está sujeta con cuerdas amarradas a estaquillas de madera. Esta técnica permitía al artesano aplicar capas gruesas, de hasta ocho centímetros de grosor, "que han sobrevivido no solo 1.500 años, sino incluso a los efectos de las explosiones, en algunos fragmentos", dice Emmerling.

La cuestión de la conservación y posible reconstrucción in situ de las dos piezas es controvertida. Se está preparando una simulación por ordenador, en tres dimensiones, de todo el acantilado con las estatuas en su posición original. Emmerling es escéptico acerca de las posibilidades de rehacer la grande, la de 55 metros con 12 de fondo, mientras la pequeña tiene más posibilidades. La idea, en cualquier caso, es recomponer los fragmentos más que intentar una reconstrucción. La misma conservación de los trozos es complicada y la restauración de las figuras podría chocar incluso con obstáculos políticos.

El equipo de Icomos (Consejo Internacional de Monumentos y Yacimientos, de la Unesco), que coordina todos los trabajos, ha recuperado y albergado todos los fragmentos de los budas en almacenes temporales en la zona y las piezas más grandes se han protegido in situ. Pero es una solución solo temporal, porque la piedra es una arenisca muy porosa y frágil. Los especialistas no están muy seguros del resultado que pudiera dar a largo plazo, en las condiciones climatológicas del valle de Bamiyan, las resinas sintéticas habituales en los trabajos de restauración y se están planteando utilizar una nueva técnica de inyección en la piedra de un compuesto de silicio. Las operaciones de conservación de los fragmentos exigirían construir una pequeña planta en la misma zona de Bamiyan; la alternativa sería transportar hasta laboratorios en Alemania unos 1.400 trozos de las esculturas de hasta dos toneladas algunos de ellos para los trabajos.

Sitio: elpais.com

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