El Buda de la abundancia
El Buda amarillo se sienta sobre un gran trono de loto ambarino,
sostenido por cuatro caballos. En su mano izquierda tiene una joya. Su mano
derecha muestra el mudra de la generosidad (mudra varada).
No hay límites para su esplendidez. Si estás en su mundo sentirás
una abundancia de energía y creatividad; una felicidad
que se desborda. Sentirás amor y sabiduría que crecen,
como plantas que florecen en una tierra fértil. El mediodía es
la hora que se relaciona con Ratnasambhava. Su dorado resplandor dulcifica todo
y su sabiduría resalta las características comunes de la experiencia.
Ve los infinitos aspectos de la vida, todos igualmente vacíos de sustancia
inherente. A Ratnasambhava se le asocia con la transformación
del orgullo en la sabiduría de la igualdad y con el reino
humano dentro de la rueda de la vida. Ratnasambhava ve la “humanidad
común” que hay en todos los seres y se ocupa de todos por igual.
Generoso como la tierra
Su nombre se podría traducir también como “el productor
de joyas”. Se le vincula con la riqueza y, a veces, se
le describe como el Buda de la generosidad. Al ser infinitamente rico no se
para a hacer distinciones de valor y da abiertamente. Todos los seres son igualmente
preciosos. Después de todo, a él se le relaciona con el elemento
tierra y la tierra es la gran niveladora. No importa cuál sea
nuestra posición social, raza o sexo, todos estamos hechos de la arcilla
común. La dorada luz solar de Ratnasambhava brilla lo mismo sobre un
palacio que sobre un chiquero. Al contactar con su sabiduría desarrollamos
una solidaridad con todas las formas de vida. La sabiduría de la igualdad
nos da ecuanimidad. Experimentamos los “ocho vientos
mundanos” (ganancia y pérdida, fama y deshonra, elogio y censura,
placer y dolor) todos como lo mismo. Nos volvemos como la tierra que recibe
todo por igual. Dejamos de relacionarnos con las cosas de un modo personal.
La sabiduría de la igualdad no consiste en dar justicia igualitaria de
una manera fría. Se trata de una poderosa identificación positiva
con toda la vida. La luz dorada de Ratnasambhava disuelve las fronteras
entre yo y los demás. Cuando ellas desaparecen se desvanece
el sentido de propiedad o pertenencia. Entonces compartimos con
los demás sin que exista siquiera una sensación de estar
dando, porque para dar se requiere que haya un “yo” que
da y “otros” que reciben.
No hay necesidad de ser mezquino
El emblema de Ratnasambhava es la joya. Él es la cabeza de la familia
Ratna (joya) y a la cultura occidental, inclinada hacia el consumismo
y el materialismo, le ofrece una puerta muy atractiva para acceder al Dharma.
La transformación esencial que él nos aporta es un cambio
de una mentalidad de pobreza a una de prosperidad. Por lo regular,
andamos preocupados con nuestra vida y tenemos un sentimiento de que algo nos
falta. No nos alcanza el dinero, no somos lo suficientemente atractivos, necesitamos
una casa más grande, etc. Cuando comenzamos a andar por el sendero espiritual
empiezan a calmarse las escandalosas demandas de nuestras insuficiencias físicas.
Nos preparamos para llevar una vida más sencilla pero, aun entonces, es
normal que sigamos sintiendo que algo nos falta, sólo que ahora
transferimos esa sensación al plano espiritual. Con ese sentimiento de
déficit vamos buscando meditaciones más deliciosas, gurús
más famosos y una enseñanza más poderosa. Continuamos persiguiendo
la satisfacción en el lugar equivocado. Aún somos llevados por
una pobreza interna en busca de riquezas externas que nos llenen. Reflexionar
acerca de Ratnasambhava le da un giro a ese sentimiento. Podemos verlo verter
riquezas espirituales sobre el universo sin que parezca preocuparse de que esos
tesoros se le puedan agotar. Como su fuente de riqueza es la iluminación
incondicionada tiene acceso a una reserva infinita de energía
espiritual. La idea de ser cauteloso, racionar y acaparar lo que tiene
es algo que jamás sucede en su tierra pura, llamada “la
Gloriosa”. En su reino todo fluye en abundancia.
Es un error buscar satisfacción en lo condicionado
Si nos desarrollamos por el sendero de Ratnasambhava dejaremos de sentir
escasez material. Nos daremos cuenta que el mundo superior
de lo espiritual nos puede dar la satisfacción infinita que
no podrían ofrecernos un Mercedes Benz y un penthouse. Nuestra
propia mente es fuente de riquezas sin fin. La sabiduría de
la igualdad de Ratnasambhava nos demuestra que no importa si adoptamos un papel
de alto o bajo nivel, el resultado es el mismo. Seguimos estando demasiado pendientes
de nosotros mismos. También nos señala la puerta de salida. No
es posible dar de verdad sin tener conciencia de los demás. El acto de
dar te lleva más allá de ti. Ves las necesidades de los otros
y lo que podría satisfacerlas. Si estamos conscientes de los demás
entramos en el reino de los humanos. Éste es un
plano de cooperación. Aquí uno tiene que relacionarse
y dejar de sentir el aislamiento del orgullo. Es el único reino en el
que puedes sentir de manera natural el apoyo de los demás y por lo mismo escapar,
tanto del orgullo como de la falta de autoestima. También, es
el único reino en el que puedes sentir empatía por otros. Al
sentir empatía uno se enriquece con la riqueza de los demás,
apreciando sus cualidades y deleitándose en su felicidad.
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