El Buda blanco, símbolo de la realidad tal como
es
Un mandala no es, como parece, un diagrama plano bidimensional. Es más
bien como una mansión de varios pisos, donde la luz de
una habitación se refleja en todas las demás.
El mandala tiene diversos niveles de significado y sólo podremos entenderlo
por completo cuando hayamos llegado a su centro. En el centro
del mandala de los cinco Budas encontramos a cuatro leones que sostienen un
trono de loto sobre sus lomos. Por encima luce el fulgor de una luz blanca.
Hay un loto blanco, una estera de luna blanca y un Buda blanco,
sonriente y sereno, ataviado con ricos mantos blancos. El contraste lo da su
cabello negro y una rueda dorada, dharmachakra, que sostiene
en sus manos. Éste es Vairóchana, “el iluminador”.
En el sistema de práctica nyingma es él quien se sienta en el
corazón del mandala, el símbolo y personificación de la
realidad absoluta
El dominio de todo lo que hay en el tiempo y el espacio
La Rueda del Dharma que sostiene Vairóchana es rica
en elementos simbólicos. La rueda dorada se asocia con la soberanía.
Es el emblema del “raja chakravartin” (el rey que da vuelta a la
rueda), un monarca que rige de acuerdo con el Dharma. Esta relación viene
de una antigua tradición india, según la cual los límites
de un reino se establecían dejando que un caballo suelto caminara llevando
una rueda sobre su lomo. Por donde quiera que éste anduviera sin que
lo detuviesen se aceptaría el mandato del rey. Como los principios del
Dharma son verdaderos en todos los universos y no hay nada en el tiempo o el
espacio que pueda alterar la mente de un Buda, la cual lo engloba
todo, entonces todo el tiempo y el espacio son el
dominio del Buda; son la esfera de influencia de la mente iluminada de Vairóchana.
Más feliz y poderoso que todos los reyes
Cuando nació Siddhartha, un sabio profetizó que llegaría
a ser un gran regidor o un Buda. A pesar de los esfuerzos de su padre,
Siddhartha pudo ver que hasta el más grande de los mandatarios
en realidad no controla nada. En cambio un Buda, al
convertirse en el amo de su propia conciencia, llega a poseer el universo.
Cuando después de alcanzar la iluminación el Buda visitó a
su familia, su padre le reprochó que no llevara puestos los mantos que
eran dignos de su noble cuna. El Buda respondió que venía del
más noble de todos los linajes, el de la iluminación y
que los deslucidos mantos que traía eran la vestimenta tradicional de
ese noble linaje. Aunque el Buda es un mendigo, es más noble
que el más grande de los reyes. Aunque nada
tiene, su vida es más placentera. Aunque no porta armas, un rey rodeado
por un ejercito tiene más temor que él. Hay un relato acerca de
un monje llamado Bhaddiya, que antes había sido rey. Sus amigos lo escucharon
cuando, sentado en el bosque, decía: “¡ah, la dicha, la dicha!” Supusieron
entonces que estaba recordando sus días de placer y comodidad como rey
y que no estaba satisfecho con la vida espiritual. Así se lo dijeron
al Buda quien, sin sacar conclusiones precipitadas, escuchó a Bhaddiya. Éste
le contó que cuando era rey tenía un palacio custodiado por dentro
y por fuera y que, aun así, sentía que su vida estaba en peligro.
Comparado con eso, la vida sencilla entrenando la mente en el bosque
era dicha pura.
La fusión y la fuente de todas las sabidurías
La vida espiritual sobrepasa incluso al más alto de los estados mundanos
y extender el imperio del Dharma requiere, por lo menos, la misma energía
y valor que se necesitan para agrandar un imperio mundano. El Buda que quien
obtenía una victoria espiritual sobre su naturaleza inferior había
logrado un triunfo mayor que el que suponía la conquista de mil hombres
luchando en mil batallas. Así que al echar a andar por el sendero espiritual
estamos uniéndonos al más noble de todos los linajes. A la familia
de Vairóchana se le conoce sencillamente como la familia Buda.
Su sabiduría, la del dharmadatu (esfera de
la verdad), es la de la totalidad. Su color blanco incluye
todos los colores y las otras tonalidades del mandala son fragmentaciones de
su blancura. Su energía, su intensidad y su pureza es lo que estamos
viendo en otras partes del mandala, igual que vemos al mismo sol brillando a
través de las diversas piezas de un vitral. La rueda dorada simboliza
la naturaleza paradójica de Vairóchana. Está sentado en
el eje del mandala y, no obstante, la experiencia de la iluminación
total que él representa es de una conciencia panorámica sin
un punto central de referencia. Cuando uno alcanza esta sabiduría se
siente perfectamente equilibrado, en completa armonía
con todo. Es por eso que a la tierra pura de Vairóchana, en
tibetano, se le llama “el círculo que todo lo alcanza” y su
elemento es el espacio.
La importancia central de la enseñanza
A la primera enseñanza del Buda se le conoce como “la puesta
en marcha de la Rueda del Dharma” y es también así como
se llama el mudra que muestra Vairóchana. Parece probable
que la figura de Vairóchana se derivara de la meditación sobre
el Buda Shakyamuni como maestro, ya que desde nuestro punto
de vista ésta es su función más determinante. Si él
no hubiera enseñado no habría budismo y no hallaríamos
abierto el sendero a la iluminación. En los sutras del mahayana se representa
a Shakyamuni en continua enseñanza, girando eternamente
la Rueda del Dharma. Vairóchana simboliza esa enseñanza y nos
recuerda que en nuestra propia mente siempre existe la posibilidad de
la transformación total.
Somos parte de la realidad y hemos de compartir la experiencia
Nuestro problema habitual es que hay un “yo” que se para
a un lado de la realidad y la experimenta como algo fuera de sí.
Estamos separados de ella porque no nos identificamos con toda la experiencia.
Lo más común es que nuestra identificación sea sólo
con el cuerpo y sus limitados intereses. El resto de la vida
lo vemos como algo aparte de nosotros. De acuerdo con el budismo ésta
es la causa de todo sufrimiento. ¿Cómo podemos
superar esta situación en la que estamos confrontados por la
realidad pero nos sentimos extraídos de ella?
Podemos tratar de dominar al mundo (una estrategia que jamás funciona)
o podemos renunciar a controlarlo y, en cambio, relacionarnos con el
mundo a través del amor y la bondad, expandiendo nuestra conciencia para
que quepan en ella cada vez más seres. Hay que desistir del “ego-imperialismo” y
entonces estaremos listos para recibir el regalo que nos hace Vairóchana:
la responsabilidad de compartir con otros lo que hemos
aprendido. El mensaje final del mandala es que ninguna experiencia
está completa hasta que la hayamos comunicado. Tenemos que llevar ese
poder a todos los seres, para que también ellos logren acceder al centro
del mandala.
Un mandala dentro de otro mandala
Vairóchana se sienta en el centro del mandala pero, a la vez, está más
allá del mandala, sosteniéndolo entre sus manos y haciéndolo
girar. Cada paso en el sendero espiritual es una experiencia de autotrascendencia.
Incluso la meta, la budeidad misma, es un continuo proceso de evolución,
ascendiendo a niveles cada vez más elevados. Es por eso que en el centro
del mandala nos encontramos con un Buda que sostiene el mandala. En el centro
del mandala trascendemos por completo los mandalas.
Fuente: Vessantara, Mandala of the Five Buddhas, Windhorse Publications, Traducción y edición de Oscar Franco.