Mara desafía a Shakyamuni
¿Cómo surgió Akshobhya? El antecedente es un importante
episodio en la vida de Shakyamuni, el “llamado a la diosa Tierra para
que dé testimonio”. La leyenda describe al Buda
sentado a la sombra del árbol, tratando de alcanzar la iluminación
por medio de la meditación profunda. Su esfuerzo llamó pronto
la atención de Mara, personificación de todo lo mundano que nos
ata a la rueda de la existencia condicionada. Lo último que Mara quiere
es que alguien se escape de su reino, así que cuando vio lo lejos que
estaba llegando aquel meditador le envió sus poderosas tropas. Le lanzó rocas
y lo atacó con sus armas, pero Shakyamuni siguió meditando tranquilamente.
Como no pudo trastornarlo por la fuerza, Mara envió a sus hijas para
que lo sedujeran. Sin embargo, el Buda ni las miró. Entonces, Mara intentó algo
más truculento. Se acercó al Buda y le dijo: “Estás
sentado en el mismo lugar donde se sentaron todos los Budas que llegaron a la
iluminación en tiempos antiguos. ¿Con qué derecho
te sientas en ese mismo sitio?”
La tierra otorga un testimonio de calidad
El Buda respondió, “durante eones he practicado la generosidad,
la disciplina ética y otros entrenamientos espirituales, de modo que me
he ganado el derecho a estar en este sitio”. Mara fingió no
estar satisfecho con esa respuesta y dijo: “Tú dices eso pero, ¿quién
dará testimonio?” El Buda no dijo nada. Sencillamente, tocó la
tierra con la punta de los dedos de su mano derecha y, frente a él,
surgió la diosa de la Tierra, quien declaró: “Yo
daré testimonio. Durante eones lo he visto purificarse realizando
prácticas espirituales”. Este gesto disuadió a Mara y Shakyamuni
siguió meditando hasta alcanzar la suprema y perfecta iluminación.
La tierra nos sustenta
La Tierra conserva fielmente los signos de todo lo que sucede sobre ella.
Si uno rastrea a través de sus estratos puede reconstruir su historia. Cada
acción ha tenido sus efectos. La Tierra es testigo mudo
de las vidas y las batallas de los seres humanos. Lleva las cicatrices de sus
construcciones y destrucciones y acoge su polvo cuando llega el fin de sus
días. Akshobhya hace el mismo mudra que Shakyamuni cuando desafió a
Mara, el gesto que expresa la cualidad de ser inalterable.
Sabiduría semejante a un espejo
Uno podría suponer, con toda razón, que es precisamente la tierra
el elemento que se asocia con Akshobhya, pero no es así. Su elemento es
el agua. La sabiduría especial que encontramos en el oriente, el cuadrante
donde reina Akshobhya, es la sabiduría semejante a un espejo. Con
esta sabiduría vemos todo tal como es, de manera imparcial y sin que
nada nos afecte. Pongamos frente al espejo una rosa fragante o la daga
de un asesino. El espejo reflejará ambas tal como son. No juzgará la
diferencia entre el color rojo que hay en una u otra. No deseara retener a la
primera ni ahuyentará a la segunda. La mente iluminada refleja
todo a la perfección pero no se mancha con nada, igual que las
aguas serenas de una bahía pueden reflejar perfectamente una balsa o
un palacio, sin sentir la necesidad de elegir entre uno de
los dos. Esta capacidad del agua de funcionar como un espejo es lo que la relaciona
especialmente con Akshobhya.
Todo sobre la base de la experiencia
Ningún reflejo se le queda pegado al espejo. Éste no
rechaza nada de lo que se le pone enfrente. Un espejo nunca
reacciona. Permanece siempre imperturbable. Cuando
uno alcanza este estado de la práctica y deja de producir nuevo karma,
permitiendo con serenidad que el drama del nacimiento y la muerte se representen
por última vez, ha entrado ya en la tierra pura de Akshobhya. Ya vio
la figura azul del Buda inmutable que sostiene el cetro diamantino, con el
cual traspasa y hace añicos todas las ideas y conceptos acerca
de la realidad. Asimismo, con sus dedos toca la tierra. Ésta es
la experiencia directa, lo único en lo que, al final de cuentas, podemos
confiar.
Fuente: Vessantara, Mandala of the Five Buddhas, Windhorse Publications, Traducción y edición de Oscar Franco.
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