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“Eres un rey, tus pulmones se inflan,
es grande tu poder y tu hígado se siente satisfecho.
Con cetro en mano te levantas altivo
pero yo, señor, no me postraré ante ti
y sin embargo, de acuerdo con los votos que he pronunciado
he llegado al corazón del Tíbet y aquí me quedaré.
Gran rey, testigos, ¿no es verdad que aquí estoy?”.

Así habló, giró las manos y de sus dedos brotó
una llama milagrosa que chamuscó las ropas del rey.
Éste, junto con sus ministros y cortesanos,
sin poder oponer más resistencia,
se inclinaron todos a la vez y se postraron,
como si una guadaña los hubiera segado.
(Íbid., canto 61, pp. 377-383)


Padmasambhava subyuga a las deidades locales del antiguo Tíbet

Padmasambhava viajó por todo el Tíbet subyugando a las deidades locales y haciéndoles jurar que protegerían y servirían al Dharma. En el Monasterio de Samye integró a los demonios locales como trabajadores nocturnos y consiguió que el rey de los nagas contribuyera con los costos del monasterio. Así se describe:

Entonces, el guru dijo,

“Aún no hay un juramento que contenga a las mentes de los nagas.
Todos ellos se sublevan con hostilidad e irrumpe aquí la falta de comprensión”.
El rey deploró la insistencia de Padmasambhava en someter a los nagas:
“Apenas se ha construido la mitad del monasterio
y se han consumido ya los recursos reales. ¿Qué podemos hacer?”.
A esto contestó el guru, “Hay una manera.
¡Que el rey Trisong Detsen se alíe con el rey de los nagas!
Yo llevaré a cabo esa unión entre ambos”.

El guru lo condujo hasta la orilla del gran lago de Malgro
y ocultó al rey, los ministros y los súbditos en uno de los dos valles.
Cerca del lago levantó una tienda de seda
y permaneció ahí tres días en meditación.
En la mañana apareció una mujer maravillosa:

“¿Qué ha venido a hacer al lago el guru?”.
“Es menester que el rey de hombres Trisong Detsen
y el rey naga, Nanda, establezcan una alianza.
Aún no está terminado el monasterio del rey.
“¡Es imperioso que los nâgas presten su ayuda!”.
Una vez transmitido el mensaje
apareció una gran serpiente dos días después, por la mañana
y agitó las aguas. Se desbordó oro por todas las orillas del lago.
El soberano animó a sus súbditos y les pidió que lo recogieran.
(Íbid., canto 62, p. 388)


Foto ©

El monasterio de Samye y los primeros siete bhikkhus
Padmasambhava no destruyó la antigua cultura animista del Tíbet, sino que la transformó al vincularla con una aspiración dhármica hacia la iluminación. Cuando Samye estuvo terminado, en el año 779 de nuestra era, Santarakshita ordenó a los primeros siete bhikkhus tibetanos y estableció una sangha monástica. Entonces, él y Padmasambhava consideraron la idea de emprender la enorme tarea de traducir todo el canon budista, del sánscrito y el chino al tibetano.

Fascinantes secretos de Padmasambhava
Como vio que la gente aún no estaba lista para algunas de las prácticas y doctrinas que deseaba impartir, Padmasambhava inscribió varios textos esotéricos en una escritura tersa densamente codificada y los escondió en templos, cuevas y en las hendiduras de las montañas. Entonces predijo que sus discípulos retornarían en vidas futuras para revelar esas enseñanzas “terma” cuando el tiempo fuera propicio. Uno de los más conocidos termas es el Bardo thodol o Libro tibetano de los muertos.

A pesar de algunas oposiciones ocasionales por parte de movimientos reformistas, la tradición nyingma de maestros, nada convencionales y, a veces, tampoco monásticos que se dice que estableció Padmasambhava, ésta ha florecido en toda la región del Himalaya a lo largo de doce siglos. Sus devotos aún siguen invocando al Grandiosamente Preciado Guru:

Hung.
Al noroeste de la tierra de Urgyen,
sobre el cáliz de una flor de loto,
¡oh, excelso! La perfección más sublime ha sido alcanzada.
Así lo afirma Padmasambhava.
¡Oh, tú que estás rodeado de un séquito de dakinis,
siguiendo tu ejemplo me esforzaré!
¡Ven, por favor, a darme tu bendición!

Padmasambhava es el fundador de la escuela nyingma del budismo tibetano.

Fuente: Teachers of Enlightenment, Kulananda, Windhorse Publications.

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