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Sariputra deja a su primer maestro

“¿Pero qué explicación daremos a nuestros compañeros?”, preguntó Modgalyayana. “No podemos dejarlos aquí así, nada más”. De modo que decidieron decirle a los demás discípulos de Sañjaya lo que habían descubierto y dejar que ellos tomaran su propia resolución.

Cuando Sañjaya los oyó se sintió desconcertado. “Por favor, quédense”, les pidió. “Los tres podemos dirigir juntos a este grupo”. Pero los amigos se mantuvieron firmes en su decisión e intentaron persuadir a Sañjaya para que los acompañara. “No puedo hacer eso”, les dijo. “Soy un gran maestro. Regresar a la condición de discípulo sería como cambiar un enorme tanque de agua por un jarrito”.

“Pero ha aparecido un buda en el mundo”, le respondieron. “Son miles los que acudirán volando a recibir sus enseñanzas. ¿Qué sucederá con tus seguidores entonces?”.

“¿Ustedes que piensan? ¿En este mundo hay más tontos o sabios?”, preguntó Sañjaya.

“Los locos son muchos y pocos los sabios”, contestaron los amigos.

“Dejemos que los sabios acudan con el renunciante Gotama, que ya los locos vendrán a mí”.

Así fue como, junto con 500 de los hasta entonces discípulos de Sañjaya, los dos amigos buscaron al Buda para pedirle que los dejara formar parte de su sangha. En cuanto los vio aproximarse, el Buda reconoció al instante su gran capacidad. “Estos dos amigos se convertirán en dos grandes joyas, supremas entre mis discípulos”, dijo.

Sariputra estuvo siempre agradecido con Asvayit por haberle mostrado el camino y, por el resto de su vida, antes de acostarse a dormir cada noche, hacía tres postraciones completas hacia donde se encontrara Asvayit.

Discípulos principales del Buda
A menudo, los dos amigos trabajaban juntos en servicio del Buda y de la sangha. Después de que el ambicioso primo del Buda, Devadatta, había creado un cisma y se había llevado con él a 500 jóvenes monjes hasta el Pico del Buitre, el Buda envió a Sariputra y Modgalyayana para recuperarlos. Cuando Devadatta los vio venir creyó que habían decidido unirse a su facción y les dio la bienvenida, nombrándolos sus principales discípulos. Esa noche, mientras él descansaba, los dos, ya mayores, hablaron con los monjes ahí reunidos, los condujeron a la entrada a la corriente y los persuadieron para que volvieran con el Buda.
(Vinaya ii.12;iii.182-183)

El discípulo sabio del Buda
Con su aguda inteligencia, Sariputra desarrolló pronto la reputación de haber adquirido una capacidad analítica superior. Lo cierto es que se le considera el padre del entrenamiento espiritual a partir del Abhidharma. No obstante, su manera de enseñar también podía ser muy sencilla y directa.

Una vez, llegó con él un asceta que quería debatir acerca de la vida espiritual. “¡El nirvana!”, exclamó. “¡Ustedes, seguidores del Buda, siempre andan persiguiendo el nirvana! ¿Exactamente, a qué se refieren con ese nirvana?”

“A terminar con la avidez, la aversión y la ignorancia. Eso es el nirvana”, le respondió, sencillamente. (Samyutta-Nikaya iv.251)

Cómo percibe a Sariputra el budismo mahayana
Quizá sea porque se le relaciona con la tradición del Abhidharma tardío, pero las escrituras del mahayana suelen representar a Sariputra como un icono de una manera muy estrecha y restringida de abordar la práctica del Dharma. Por ejemplo, el Sutra del Corazón, donde las categorías fundamentales del Abhidharma se exhiben como carentes de una esencia duradera y, de hecho, vacías, está dirigido a Sariputra. Sin embargo, se trata de un recurso retórico. El verdadero Sariputra estaba muy lejos de ser tan sólo un hinayanista de mente estrecha y tampoco era un simple monje erudito.

La excepcionalidad de Sariputra
En alguna ocasión, cuando él y Modgalyayana habitaban juntos en Kapotakandara, Sariputra estaba meditando al aire libre bajo la luna llena, con la cabeza recién afeitada. Un demonio malicioso pasó por ahí, lleno de rencor y le dio un fuerte golpe en la cabeza, pero Sariputra estaba tan absorto en su meditación que apenas lo notó. Modgalyayana, con sus poderes sobrenaturales, observó todo el incidente.

“Amigo, ¿estás bien? ¿No te dolió? ¿Cómo te sientes?”, le preguntó.

“Me siento muy bien”, respondió Sariputra, “aunque, ahora que lo preguntas, me duele un poco la cabeza”.

“¡Es increíble!”, exclamó Modgalyayana, “¡un demonio pasó y te dio tal golpe que habría derribado a un elefante o habría partido la cumbre de una montaña y lo único que dices es que te duele un poco la cabeza!”.

“¡Aún más fascinante es que hayas visto pasar a ese demonio! ¡Qué grandes son tus poderes mentales!”, dijo Sariputra. “Yo ni siquiera he visto a un duende de los que habitan en el lodo”.

El Buda, que escuchaba esa conversación con su oído divino, alabó a Sariputra con un udana, “pronunciamiento inspirado”:

Hay quien conserva su mente inamovible como una roca,
desapegado de las cosas que suscitan el apego,
inalterable ante las cosas que provocan el enojo,
¿cómo puede afectar a alguien el sufrimiento
cuando ha cultivado su mente de esa manera?
(Udana iii.iv, citado en Great Disciples of the Buddha, p. 37)

Generoso y paciente
Sariputra era reconocido por su generosidad y su buena disposición. Cuando los demás monjes hacían su ronda matutina para pedir limosna él se quedaba atrás para hacer el aseo, tirar la basura y arreglar con esmero todo lo que pudiera pertenecer a la comunidad. Luego visitaba a quien pudiera estar enfermo y se aseguraba que tuviera cualquier cosa que pudiera necesitar. Cada vez que el Buda daba un paseo con un grupo de monjes, Sariputra no iba a la cabeza, como seguramente debería corresponderle, sino que ayudaba a los ancianos, a los más jóvenes y a los enfermos, untándoles aceite en las lesiones que pudieran tener, antes de salir a alcanzar a los demás.

Se dice que Sariputra enseñaba con infinita paciencia. Reprendía, aconsejaba e instruía hasta cien o mil veces, para que sus alumnos entraran a la corriente. El Buda solía ensalzarlo por su dominio del Dharma y por la habilidad con la que exponía:

Oh, monjes, Sariputra ha penetrado tan bien en la esencia del Dhamma (dhammadhatu) que si se le preguntara durante un día acerca de ello con diferentes palabras y frases, Sariputra respondería durante un día con diferentes palabras y frases. Y si yo le preguntara durante una noche, o durante un día y una noche, o durante dos días y dos noches, o hasta durante siete días y siete noches, Sariputra expondría la materia durante el mismo período, con diferentes palabras y frases. (Samyutta-Nikaya xii.32, citado en Íbid., p. 46)

Su último encuentro con el Buda
Hacia el final de sus días, el Buda se estaba quedando en la Alameda de Jeta, en Shravasti, cuando llegó Sariputra acompañado de varios seguidores. Tras saludar al Buda, Sariputra le dijo que ya había llegado el último día de su vida en la tierra. ¿Le parecía bien al Buda si moría ahora Sariputra? El Buda le preguntó si había seleccionado ya el sitio donde habría de morir.
“Nací en la aldea de Upatissa, en Magadha”, respondió Sariputra. “Aún sigue en pie la casa donde nací. Ahí me gustaría morir”. “Querido amigo, debes hacer lo que te parezca mejor”, contestó el Señor. “Que el Buda me perdone mis faltas”, dijo Sariputra. “No hay nada que perdonar”, declaró el Buda y Sariputra se fue sin darle la espalda.

Fuente: Teachers of Enlightenment, Kulananda, Windhorse Publications.