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Kasyapa, segundo patriarca del budismo zen
A Kasyapa se le considera, además, el segundo patriarca de todas las escuelas del budismo chan y zen. En una ocasión, cuando el Buda permanecía en el Pico del Buitre, se sentó junto con muchos otros discípulos que esperaban que les diera alguna enseñanza. En total silencio, el Buda lo único que hizo fue tomar entre sus dedos una flor dorada y continuó así, sin pronunciar palabra. Sólo Kasyapa entendió lo que eso significaba y, en silencio, le sonrió al Buda. Éste declaró entonces, “poseo el tesoro espiritual más precioso, Kasyapa y en este momento te lo entrego”. De este modo comenzó la “transmisión especial, fuera de las escrituras”, que es uno de los aspectos esenciales del budismo zen.

Entre más asceta uno es, más feliz se vuelve,
entre más feliz uno es, más asceta se vuelve
Kasyapa vivió muchos años y llegó a presidir el Primer Concilio que se sostuvo tras la muerte del Buda. Se dice que cuando Kasyapa murió tenía 120 años de no dormir sobre una cama. A pesar de su gran ascetismo su vida fue plena de alegría y dicha ascética. En los libros del Theragatha canta alabando la meditación en solitario:

Cubiertas de guirnaldas de kareri,
estas regiones deleitan a mi corazón.
Con el resonar de los elefantes, tan adorable,
estas montañas rocosas me llenan de dicha.

El espléndido matiz de las nubes azul oscuro,
donde fluyen las corrientes, frescas y claras,
cubiertas de insectos indagopaka,
estas montañas rocosas me llenan de dicha.

Como encumbradas cimas de nubes azul oscuro,
como elevadas casas de amplios aleros
donde resuenan los elefantes, tan adorables,
estas montañas rocosas me llenan de dicha.

Con sus encantadoras superficies azotadas por la lluvia
estas montañas son un remanso para quienes las contemplan.
Se escucha el eco del canto de los pavos reales.
Estas montañas rocosas me llenan de dicha.

Es suficiente para mí, que deseo meditar.
Para mí con eso basta, decidido y atento.
Para mí, que soy un bhikkhu, es más que suficiente,
decidido y deseoso de llegar a la meta.

Es suficiente para mí, es la comodidad deseada
para un bhikkhu de mente resuelta.
Es suficiente para mí, el esfuerzo deseado,
uno de estabilidad y mente resuelta.

Son como los botones azules de la flor del lino,
como el cielo del otoño cubierto de nubes
y parvadas de distintas especies de aves.
Estas montañas rocosas me llenan de dicha.

No visitan estas colinas las multitudes de laicos.
Son manadas de venados las que habitan aquí
y parvadas de distintas especies de aves.
Estas montañas rocosas me llenan de dicha.

Por amplias cañadas fluye el agua clara.
Las visitan los monos y los venados.
Están cubiertas por húmedas carpetas de musgo.
Estas montañas rocosas me llenan de dicha.

La música que pudiera tocar un quinteto
no podría deleitarme tanto
como la dicha que obtengo cuando, con mente concentrada
consigo percibir en su profundidad el Dhamma. (Theragatha 1062-1071, citado en Great Disciples of the Buddha, pp. 134-136)

Fuente: Teachers of Enlightenment, Kulananda, Windhorse Publications.