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La última escena
La escena final es de gran poder. Se le ilustra en un hermoso bosque, entre árboles de sala, altos y delgados, que sostienen, cada uno, una corona de hojas verdes y anchas, de entre las que sobresalen grandes flores blancas. Al Buda se le pinta recostado sobre su lado derecho, rodeado por sus discípulos. Sus seguidores más cercanos están sentados y llevan hábitos color azafrán. Cae una lluvia de flores. Asimismo, están presentes todo tipo de personas: brahmanes, príncipes, ministros, ascetas, adoradores del fuego, comerciantes, campesinos, mercaderes, además de muchas especies de animales: elefantes, cabras, venados, caballos, perros, ratones y pájaros, que se han reunido para despedirlo. En lo alto, dioses y diosas completan la escena. Las representaciones artísticas de este episodio dejan entrever un evento de significación universal, presenciado por todos los seres.

El estado de ánimo general es de tristeza. Hasta los animales están llorando. Los únicos que no lloran son algunos discípulos, sentados muy cerca del Buda y un gato. Los discípulos más próximos permanecen tranquilos. Son capaces de percibir más allá del cuerpo físico y saben que el cambio del nirvana al parinirvana no es un cambio.

Conmemoración del parinirvana del Buda
Esta escena la conmemoran los budistas cada año en febrero, como el “día del parinirvana”. Es una celebración donde se aprecian el ejemplo y la enseñanza del Buda. También se reflexiona sobre la muerte, como un aspecto intrínseco de nuestra naturaleza. El parinirvana del Buda nos recuerda que debemos renovar nuestra práctica de meditación por completo, reconociendo la realidad de la muerte, siempre presente. Es importante aseguramos de que el recuerdo de la muerte no debe conducirnos a una actitud mental depresiva e insana. La mente debe estar tranquila. Es imprescindible tener valor, pero también es necesario sentir una paz interior. Contemplamos la precariedad de la vida y comprendemos que la muerte puede ocurrir en muy diversas circunstancias. Ni la salud ni la juventud son garantía de larga vida. No existe un patrón de condiciones específicas que nos mantenga a salvo. La muerte no se rige de acuerdo a ciertas condiciones. No hay una hora o temporada en la que podamos estar seguros. Realmente no existe una barrera entre nuestra persona y la muerte, a ninguna hora y en ningún lugar. Por lo tanto, éste puede ser un tema de reflexión bastante sobrio.

Todos, sin importar cuán grandiosos, distinguidos, nobles o famosos podamos ser, todos moriremos. Los grandes personajes de la historia han muerto. Podemos tener la certeza de que no escaparemos de la muerte. Un día tendremos que devolver al universo los elementos que con frecuencia pensamos que son nuestros. Algún día todos, incluso el Buda, tenemos que morir.

Fuente: Sangharákshita, Quién es el Buda, extracto del capítulo 8, Fundación Tres Joyas. Adaptación: Oscar Franco. Corrección: Dharmachari Upekshamati.