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Sin temor ante la faz de la muerte, Padmasambhava anduvo errante por toda la India, meditando en los campos de cremación y aprendiendo todo cuanto podía sobre filosofía, astrología, curación, poesía y todas las demás artes y ciencias. Dominó pronto el canon budista y fue iniciado en las doctrinas secretas del tantra. Aunque exteriormente aparecía como un monje de cabeza rapada y manto amarillo, de manera interior vivía dentro de luminosos mandalas tántricos conviviendo con dakinis.

El regreso de Padmasambhava a Udiyana
Un día, por fin, regresó a Udiyana con su consorte, la princesa Mandarava. El rey y sus ministros lo reconocieron y lo condenaron a arder vivo en la hoguera. Durante tres semanas salió humo de aquel lugar pero cuando el rey fue a inspeccionar no encontró una pira ardiendo lentamente sino un enorme lago en el que, sobre una flor de loto gigante, bailaban unidos Padmasambhava y Mandarava. El rey le suplicó a Padmasambhava que le enseñara el Dharma y Padmasambhava permaneció en Udiyana 13 años, antes de retomar su estilo de vida itinerante y asentarse, al fin, en Bodh Gaya. Fue aquí donde recibió la invitación de Trisong Detsen para ayudar a Santarakshita en el Tíbet.

El encuentro de Padmasambhava con el rey
Cuando Padmasambhava llegó, el rey y su corte salieron para encontrarse con el guru. En la Vida y Liberación de Padmasambhava se describe así:

Padmasambhava, el grandioso de Udiyana, reflexionó:
“No he nacido de un útero. Nací por aparición.
El rey nació de un útero, de modo que, por nacimiento, es mayor mi grandeza.
En este instante la Ley de Udiyana recae sobre su reino.
Este rey de un Tíbet corrupto es grande debido al linaje de su padre
Pero, ¿quienes somos nosotros, él y yo? Su mente está sumergida en la oscuridad,
En tanto que yo me he adiestrado en los cinco reinos del conocimiento,
un buda en una sola vida, exento del nacimiento y de la muerte.
Me invita a venir porque me necesita.
Ya este rey se ha postrado ante mí.
¿Debo corresponder a su postración de la misma manera o no?
Si lo hago, la majestad de la Doctrina se verá menoscabada.
Si no lo hago, él se enfurecerá porque es el rey.
No obstante, por mucha que sea su grandeza, no puedo postrarme ante él”.

Mientras, el rey Trisong Detsen pensaba para sí:
“Soy el soberano que reina sobre todas las negras cabezas del Tíbet.
El bodhisatva abad ya me ha manifestado sus respetos.
El guru también habrá de postrarse ante mí”.
Así que, no muy dispuesto a dejar que se alargara ese primer saludo, permaneció de pie dudando un instante.

Aquí, el guru canto su grandeza y su nobleza:
“Los budas de los tres tiempos pasaron por la puerta del útero.
De ellos es el conocimiento y el mérito, tres veces acumulado de un modo innumerable pero yo soy el buda Padmasambhava Jungnay que brotó del loto.
Mías son las instrucciones que horadan los elevados conceptos sobre el Dharma.
Poseo los preceptos de las escrituras tántricas.
Explico de manera exhaustiva y clara lo que distingue a todos los vehículos...

“Soy Padmasambhava, el Pequeño.
Mías son las instrucciones del éxtasis de la Doctrina que se despierta del sueño.
Mientras en los tres reinos mueren los seres transitorios
evoco ese yoga glorioso, receptáculo del conocimiento de la vida.

“Soy Padmasambhava, el que no muere.
Mías son las instrucciones para la vida diamantina de la Doctrina.
No dependo de los cuatro elementos externos
ni levanto una morada para el cuerpo interior de carne y sangre.

“Soy Padmasambhava, el que no nace.
Mías son las instrucciones del gran sello de la Doctrina.
Mi cuerpo de diamante jamás decaerá
porque mi mente, ya despierta, es lucidez perenne.

“Soy Padmasambhava, el que no tiene edad.
Mías son las instrucciones del Dharma que apacigua el sufrimiento
de aquéllos cuya vitalidad cede con la enfermedad
y cuya espléndida apariencia ha sido abatida por la circunstancia.

“Soy Padmasambhava, el que no padece de enfermedad.
Mías son las instrucciones de la gran perfección del Dharma.

“Y a ti, rey del Tíbet bárbaro,
rey del país que carece de virtud,
te circundan hombres toscos y ogros,
te fías del hambre que sufren tus siervos
y ni la alegría ni el buen humor son tuyos.
Tus reinas son rakshasi con forma humana,
van envueltas en bellas prendas demoníacas de color púrpura,
el sándalo, la turquesa y el oro las adornan
pero les faltan el corazón y la mente.