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El camino necesario para salir de cada estado lo representa un Buda
En las representaciones de la Rueda de la Vida aparecen seis budas diferentes en medio de cada mundo. En el reino de los dioses un buda blanco con laúd toca la melodía de la impermanencia, para que sus habitantes tengan presente que su felicidad no es eterna. Por mucho que nos sintamos felices, satisfechos, jubilosos y llenos de gozo todavía no hemos alcanzado el nirvana. La felicidad prolongada es peligrosa y hasta puede llegar a ser desastrosa. Si somos felices todo el tiempo, sí siempre conseguimos lo que queremos sin problemas, entonces tendemos a olvidar que somos mortales, que la vida es corta y que el tiempo es valioso.

Encauzar la furia adecuadamente
En el mundo de los asuras un buda verde esgrime la espada de la sabiduría trascendental. Cuando estamos en un estado de competitividad y agresividad lo que necesitamos es desarrollar una penetración intelectual en la realidad. La persona similar al titán, el enemigo de los dioses, está dominado por el odio. Éste, de acuerdo con la tradición budista, tiene una afinidad con la sabiduría. La característica del odio es que se orienta a destruir y matar. La sabiduría trascendental busca destruir lo aquello que es ilusorio. Está simbolizada por el relámpago, capaz de destruir todos los obstáculos. De hecho, podemos ver que algunas personas iracundas han desarrollado un intelecto muy sofisticado. La tremenda energía que se encuentra contenida en el odio puede dirigirse por canales puramente intelectuales para el descubrimiento de la verdad. La persona del tipo asura no solamente puede luchar contra los dioses, sino que además puede luchar por conquistar la verdad

Contactando nuestras verdaderas necesidades
En el mundo de los espectros hambrientos un buda rojo les ofrece un tipo de comida y bebida que pueden consumir. Cuando nos encontramos en un estado de deseo neurótico, lo que requerimos es volver a la objetividad, lo que también significa regresar al presente. Debemos ver claro qué es lo que sí puede darnos el objeto que deseamos y qué no

El sufrimiento intenso como propulsor al Dharma
En el mundo de los seres atormentados un buda de color humo regala amrita a sus pobladores. Aquí hay dos significados un tanto contradictorios. El significado menos profundo dice que cuando nos encontramos en un estado de sufrimiento intenso, lo primero que hay que hacer es obtener un respiro para tranquilizarnos. Esto es lo máximo que puede hacer mucha gente en tales circunstancias. El significado más profundo está conectado con el significado de la palabra amrita, que generalmente se traduce como el néctar de ambrosía pero que, en muchos textos budistas, también se usa como sinónimo de nirvana. Esto quiere decir que cuando estamos en un estado de sufrimiento intenso lo mejor que nos queda por hacer es ir directo a metas espirituales más elevadas.

La Cultura para ampliar la sensibildad
En el mundo de los animales hay un buda azul con un libro. Cuando estamos en un estado salvaje lo que procede es civilizarnos, familiarizarnos con las artes y las ciencias. Éstas tienen una influencia que nos refina. Es muy difícil, si no imposible, ir de un estado de salvajismo directo a la vida espiritual. En Oriente, el budismo fue el portador de la cultura. No solamente llevó sus enseñanzas por toda Asia sino, además, llevó la cultura superior de la India. Hizo esto por una razón concreta: la cultura humanista y secular forma los yacimientos de la vida espiritual superior. Por estos mismo, con frecuencia, nos dicen los textos del mahayana que el bodhisatva debe dominar las ciencias y las artes.

Lo que los humanos necesitan
Finalmente, en el mundo de los hombres aparece un Buda con hábitos amarillos quien, además, lleva su tazón para mendigar y un bordón con tres argollas, que son la insignia del mendicante religioso y, por lo tanto, de la vida espiritual. Esto quiere decir que cuando estamos en un estado realmente humano el siguiente paso a dar es dedicamos de corazón a la tarea del desarrollo espiritual.

Ése debe ser nuestro principal interés en la vida, una vez que hemos alcanzado el estado humano.