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El rey encuentra a un monje que antes fue Angulimala
El Buda extendió su brazo para señalar a un monje que estaba sentado cerca de ahí y declaró: “Buen rey, éste es Angulimala”. Pasenadi estaba impresionado y aterrado a la vez. Se le erizó el cabello y se estremecía de pavor. El Buda lo tranquilizó: “No tengas miedo, buen rey. No hay nada que temer. El terror que sentía el rey se fue apaciguando y poco a poco recobró la compostura. Se acercó a Angulimala, le presentó sus respetos y le preguntó si había algo que necesitara.

Luego volvió con el Buda y le expresó su asombro y su gratitud por haber resuelto de manera pacífica el amansamiento de Angulimala, siendo que todo el poder del rey había fallado en esa empresa. Pasenadi regresó feliz a su palacio y su pueblo retornó a sus hogares sintiéndose seguro otra vez.

Angulimala conoce la compasión
Ahora Angulimala seguía la vida de un monje y cada mañana salía a mendigar su comida en Savatthi. Estaba un día en su ronda pidiendo limosna cuando llegó a un hogar en el que una joven se ocupaba de una labor muy difícil y penosa. Brotó en él la compasión y sintió en lo más profundo el sufrimiento de la mujer y de su hijo. A su regreso le platicó al Buda sobre esta experiencia. “Vuelve a la ciudad”, le ordenó el Buda “y dile a la mujer: ‘hermana, desde que nací, sin ser ésa mi intención, le he quitado la vida a muchos seres. Que por la verdad que te confieso puedan tú y tu hijo encontrar la paz’”.

“Señor, eso sería mentir, puesto que ha sido deliberadamente como le he quitado la vida a muchos seres”.

“Entonces, Angulimala, ve a Savatthi y dile a la mujer: ‘Desde que he nacido en el noble nacimiento no le he quitado intencionalmente la vida a ningún ser. Que por la verdad que te confieso puedan tú y tu hijo encontrar la paz’”.

Así lo hizo Angulimala y la mujer y su hijo estuvieron en paz.

El karma sigue y la iluminación llega
El Buda vigiló con cuidado el progreso de su nuevo discípulo en el camino espiritual. Cuando consideró que se encontraba listo lo envió para que meditara solo en el bosque. Ahí, practicó con gran determinación y energía y pronto alcanzó la iluminación completa.

Un día, mientras mendigaba en Savatthi, varias personas que tenían sobradas razones para aborrecerlo por sus obras pasadas lo reconocieron. Estaban furiosas y le arrojaron palos, piedras, puñados de tierra y trozos de cerámica, en tanto que lo llamaban “asesino”. Con la cabeza golpeada y sangrando retornó con el Buda. Su cuenco estaba roto y su manto rasgado. El Buda vio que se acercaba y salió a su encuentro: “Sopórtalo, noble amigo, sopórtalo. Aquí y ahora estás viviendo la maduración de un karma  por el cual, de otra manera, podrías haber padecido existencias infernales a lo largo de miles de años en vidas futuras”.

Solo, en retiro, disfrutando la dicha de la liberación, Angulimala pronunció una oración, deseando que sus enemigos también pudieran encontrar la enseñanza del Buda y conocieran la paz y la felicidad que ahora él gozaba.

No tomes a la ligera tus faltas diciendo:
“Es la última vez, no tiene importancia”.
Como un vaso que se llena gota a gota,
así se llena un necio de maldad.

No menosprecies tus virtudes diciendo:
“Lejos de mí, no tiene importancia”.
Pues una jarra se llena gota a gota
y así se llena el sabio de bondad.

Evita siempre las malas obras
como el rico comerciante evita,
con poca guardia y gran riqueza,
los caminos peligrosos;
o como aquel que ama la vida
evita ingerir veneno.

Porque una mano sin heridas
puede tocar el veneno sin temor:
así tampoco hay mal para el bueno.
(Dhammapada 121-124)

Fuente: Saddhaloka, Encounters with Enlightenment, Capítulo 15, Windhorse Publications, Traducción de Oscar Franco, Revisión y corrección: Upekshamati
Cita del Dhammapada tomada de la versión de Alberto Blanco, Fondo de Cultura Económica.