Ir a la Página de Actividades  del CBCM

Simbolos Budistas > La Rueda de la Vida como un espejo

La Rueda de la Vida como un espejo de nuestra existencia

La Rueda de la Vida nos ofrece toda una visión de posibilidades y alternativas. Vemos en ella que uno puede estancarse o crecer, puede continuar dando vueltas en la rueda sin hacer nada por remediarlo o puede seguir el sendero ascendente. Podemos decir que la Rueda de la Vida no está hecha de cuatro círculos sino de cuatro espejos concéntricos. Es como un espejo mágico o una bola de cristal donde podemos vernos, si tenemos el valor para hacerlo.

Naturaleza animal
En el eje hay un gallo, una víbora y un cerdo. Éstos representan los "tres venenos mentales" de la avaricia, la aversión y la ignorancia, presentes en nuestro corazón. Sufrimos un sobresalto al no ver reflejada en el espejo la cara que esperábamos, sino la cara de un gallo, una víbora y un cerdo. Observamos nuestra propia naturaleza animal. Vemos que  no somos tan humanos como habíamos pensado. Con esta visión comienza la vida espiritual. Percibimos nuestro estado menos desarrollado, lo aceptamos y de allí partimos.

Acciones tienen consecuencias
Al recuperarnos de esa primera imagen, miramos el segundo espejo y distinguimos dos senderos: uno ascendente y otro descendente, uno blanco y otro negro. Entendemos que tenemos dos alternativas: ir hacia arriba o hacia abajo, evolucionar o sufrir una regresión. Tan simple como eso y la decisión es nuestra. Tenemos la oportunidad de decidir a cada instante.

¿En qué mundo estoy viviendo ahora?
Nos asomamos al tercer espejo y vemos la cara sonriente de los dioses o el rostro agresivo de un titán. Luego encontramos la mueca insatisfecha de un espectro hambriento o el gesto abatido de quien sufre en el infierno. Otras veces notamos una mirada animal y, otras más, lo que vemos es la cara de un ser humano sencillo. No importa la imagen que encontremos, lo que estamos viendo es a nosotros mismos.

Por una parte, la Rueda de la Vida exhibe seis esferas de la existencia en diferentes planos físicos, pero también nos muestra seis estados de la mente, que podemos experimentar aquí y ahora en el transcurso de nuestra existencia humana actual. Algunas veces experimentamos ciertos estados mentales con tanta intensidad que nos parece estar viviendo en otro mundo, ya sea en el cielo o en el infierno, por ejemplo.

Vivir como dioses
El mundo de los dioses representa un estado mental feliz, satisfecho, contento y reposado, un estado de relajación en el que todo marcha a pedir de boca, sin obstáculos, dificultades ni problemas. Es también un estado de experiencia estética. Este plano es semejante al de las bellas artes y la meditación.

Un mundo de luchas de poder y ambición
El mundo de los asuras o titanes representa un estado mental de competitividad y agresión, donde la energía se vierte hacia el exterior. Hay desasosiego, sospecha y celos. Los titanes ansían ganarle a los dioses la posesión del árbol de los deseos. Es un estado mental de lucha por conseguir riqueza material infinita, niveles de vida cada vez más altos y salarios más elevados. Es un estado de egoísmo enérgico en el que siempre se quiere ser superior a los demás. En este estado uno quiere tener el control sobre los otros y dominarlos. El mundo de los titanes es análogo al de la política, los negocios y los sindicatos.

Un estado de deseo insaciable
El mundo de los pretas o espectros hambrientos representa un estado de deseo neurótico. Es cuando buscamos que un objeto nos dé algo que, por su propia naturaleza, no puede proporcionarnos. Tenemos, por ejemplo, el deseo neurótico por la comida. En ocasiones, la gente consume grandes cantidades de comida cuando lo que quiere es otra cosa, quizás afecto. Hay relaciones así, donde parece que una persona va a devorar a la otra. El mundo de los espectros hambrientos se parece al del romance o al de las relaciones personales simbióticas.

La vida como un infierno
El mundo de los seres atormentados, el infierno, es un estado de sufrimiento mental agudo, de frustración nerviosa, de alteración mental y, si se exacerba, puede conducir a la locura. Este estado surge de varias maneras. Puede deberse a la constante frustración de nuestros impulsos humanos, a repentinas muertes de familiares o a conflictos mentales inconscientes. El mundo de los seres atormentados es similar al de las enfermedades mentales.

Se comportan como animales
En el mundo de los animales tenemos un estado de complacencia puramente sensorial, en el que lo único que importa es la comida, el sexo y las comodidades materiales. Cuando han satisfecho sus deseos, los animales se muestran tranquilos y dóciles, pero cuando no consiguen esto se muestran agresivos y peligrosos.

Conciencia humana
La esfera de los humanos representa un estado de conciencia entre la alegría y el dolor. Cuando uno se halla en este estado no es agresivamente competitivo ni estúpidamente sensual ni lo dominan los deseos neuróticos. En este estado somos conscientes de nosotros mismos y de los demás. Asimismo, satisfacemos de manera razonable nuestras necesidades objetivas y nos dedicamos al desarrollo espiritual. Este es el estado verdaderamente humano, aunque la mayoría de los “seres humanos" tan sólo llegan a experimentarlo de una forma intermitente.